La falta de vivienda es un problema que va más allá de la falta de un techo. Según un estudio científico en el Reino Unido, las personas sin vivienda propia experimentan un envejecimiento biológico acelerado y un nivel de estrés superior al de quienes no tienen trabajo o fuman.
Un estudio realizado en el Reino Unido ha revelado que no tener una vivienda propia puede tener un impacto negativo en la salud y el bienestar que supera el estrés asociado al desempleo o incluso al hábito de fumar. Aunque el estudio se enfoca en la realidad británica, plantea preguntas importantes sobre los efectos de la «inseguridad de vivienda» en Argentina y, en particular, en la ciudad de Rosario.
El informe, publicado en la revista Journal of Epidemiology and Community Health y dirigido por la doctora Amy Clair del Centro Australiano de Investigación sobre Vivienda, utilizó datos de «metilación del ADN» de 1.420 personas del biobanco del Reino Unido y la Encuesta del Panel de Hogares Británicos. Los científicos compararon las modificaciones químicas dentro de las células y la activación de los genes, y llegaron a la conclusión de que vivir de alquiler está relacionado con un envejecimiento biológico más rápido que hacerlo en una vivienda en propiedad.
Según el estudio, la diferencia entre inquilinos y propietarios es más significativa que la detectada entre desempleados y empleados, o entre fumadores y no fumadores. Los factores medioambientales y el estrés financiero también se consideraron en el cálculo del riesgo.
Si bien no se puede extrapolar directamente este estudio a la realidad argentina, la situación en Rosario es un ejemplo de cómo la «inseguridad de vivienda» se agrava con la inestabilidad económica. Según datos oficiales de Renabap, en el departamento de Rosario existen 218 mil ciudadanos que habitan 175 «barrios populares«, la mayoría de ellos en la ciudad, donde las condiciones de vida son precarias. Estas personas a menudo enfrentan problemas de acceso a servicios básicos como energía eléctrica, agua y desagüe.
La falta de vivienda en Rosario no se puede separar de otras carencias profundas, como la falta de acceso a servicios de salud y educación. Hernán Reynoso, psicólogo y trabajador en un centro de salud municipal, afirma que la falta de techo contribuye a un peor nivel de vida, pero esta situación está intrincadamente relacionada con una serie de desafíos más amplios. La «sensación de impotencia y una disminución en la consideración de sí mismo» son algunos de los efectos psicológicos que experimentan quienes carecen de vivienda en Rosario.
El déficit de viviendas en Argentina, con más de cinco millones de personas que viven en «barrios populares«, tiene consecuencias complejas y masivas. El acceso a una vivienda propia, una carrera o aspiraciones personales se ve afectado por la falta de un lugar donde vivir. El problema va más allá de no tener un techo; es una cuestión de dignidad y bienestar emocional que afecta a un gran número de personas en la sociedad.