La propuesta de construir Chingaza II busca mejorar la captación de agua, pero este proyecto no está exento de generar efectos perjudiciales en el páramo.
Bogotá enfrenta uno de sus desafíos más apremiantes en materia de abastecimiento de agua: la posibilidad de construir Chingaza II, un proyecto que busca aumentar la capacidad de almacenamiento de agua potable en medio de una crisis ambiental y climática que ha puesto en entredicho la disponibilidad de este recurso vital.
Históricamente, el Parque Nacional Natural Chingaza ha sido el proveedor principal de agua para la capital del país, aportando aproximadamente el 70 % del líquido que consume. Este ecosistema, compuesto por bosques altoandinos, subandinos y páramos, alberga un sistema de captación de agua conocido como Sistema Chingaza, el cual ha sido vital para garantizar el suministro a la ciudad desde su puesta en funcionamiento en 1983.
Sin embargo, la creciente demanda de agua debido al crecimiento poblacional de Bogotá ha puesto en evidencia la necesidad de desarrollar Chingaza II, un proyecto que ha generado intensos debates y controversias desde su proposición en la década de los noventa. La idea detrás de Chingaza II es incrementar la capacidad de almacenamiento de agua captando el recurso de manera artificial, lo que involucraría alteraciones significativas en el ecosistema del páramo.
El principal argumento a favor de la construcción de Chingaza II radica en la seguridad hídrica de la ciudad. Con más de diez millones de habitantes en su área metropolitana, Bogotá se encuentra en una situación crítica frente a la variabilidad y el cambio climático, que podrían traducirse en sequías más prolongadas e intensas en el futuro. En este contexto, contar con una mayor capacidad de almacenamiento de agua se percibe como una medida prudente para garantizar el suministro a largo plazo.
No obstante, existen voces críticas que señalan los impactos negativos que la construcción de Chingaza II podría tener en el ecosistema del páramo y en la seguridad hídrica de otras regiones del país. La desviación del agua que naturalmente debería fluir hacia la Orinoquia hacia Bogotá ha generado preocupaciones sobre la afectación de los ecosistemas y comunidades que dependen de este recurso en el sur del país, como Fómeque, Guasca, Junín y Villavicencio, entre otros.
Además, la construcción de Chingaza II implicaría la tala de un valle de frailejones, plantas emblemáticas y fundamentales para el equilibrio del páramo. Este aspecto ha despertado el rechazo de sectores ambientalistas y comunidades locales que temen por la pérdida de biodiversidad y la degradación de este ecosistema único.
El debate sobre Chingaza II también involucra consideraciones jurídicas y logísticas. La necesidad de modificar la legislación actual, especialmente en lo que respecta a la protección de áreas naturales como el Parque Nacional Natural Chingaza. Además, se ha discutido la viabilidad técnica y los tiempos de ejecución de un proyecto de esta magnitud, que podría tomar casi una década en completarse.
Ay Dios. no puede pensar la senadora sin depredar.
Chingaza II solo generaría sequía en la orinoquía y alza del precio de los alimentos en Bogotá y dado que el problema tiene raíz en la crisis climática y la deforestación de la Amazonía, tambien Chingaza II se secaría. https://t.co/EQVYErDDfZ
— Gustavo Petro (@petrogustavo) April 13, 2024
En medio de estas discusiones, diversas voces expertas y políticas han manifestado sus posturas. El presidente Gustavo Petro, quien en el pasado se opuso a la idea de Chingaza II, ha retomado el debate cuestionando los impactos ambientales y sociales que podría generar. Por otro lado, figuras como el exministro de Ambiente, Manuel Rodríguez Becerra, enfatizan la necesidad de buscar alternativas que garanticen la seguridad hídrica de la ciudad sin comprometer irreversiblemente los ecosistemas.